
Roxana Miranda Rupailaf
Osorno 1982
Poeta mapuche-huiliche. Profesora de Lengua Castellana y Comunicación; magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea. Ha publicado Las tentaciones de Eva (2003), Seducción de los venenos (2008), Shumpall (2011, reeditado en 2018), Kopuke Filu (2017) y Trewa Ko (2017). Obtuvo la Beca de Creación y el Premio Municipal de Poesía de Santiago (2012) por Shumpall.
Primer oleaje de la invocación
1
Cuando llegaste el océano detuvo sus oleajes.
Los peces comenzaron a mirarme.
Y allí,
en el lugar donde aparecen y desaparecen los náufragos
surgiste como un faro
y alumbraste hacia atrás
las noches del círculo en espera.
Yo comencé a correr por las orillas
y me arrojé a las sales
para buscar tu cuerpo plateado entre las algas.
El mar se ha convertido en un jardín de estrellas
sudadas de encenderse con el roce.
Voy a hundirme en esta ola que es tu nombre.
Voy a hundirme en esta ola que es tu nombre.
2
Él vino hacia mí
en la tercera ola.
Vestido de las flores marinas
que navegan en el vientre de la madre.
Pez de plata me trajo entre las manos.
Fue de ofrenda la trizadura que hicimos en el vientre.
Una estrella de sal hice en el agua.
Fue de sacrificio.
Él llegó hasta aquí en la tercera ola
y dibujo su arco-iris en el cielo.
Nunca pude borrarlo de mi sueño.
3
Blanco es el niño en el círculo
que lo devuelve al llanto
de verse repetido
en los ojos de la madre.
Él sabe que son tres los arco-iris
que pasan por mi sangre.
Él sabe y lo repite con su oleaje.
Para él abro este mar.
Para que pasen
sus caballos por la sal
y no se ahogue.
Blanco,
transparente,
es el niño que gira diez veces
en círculo a la izquierda.
Repite el mismo movimiento
Y yo extasiada
comienzo a morderle en cuatro lenguas.
Y son tres los arco-iris que él me sabe.
Son cuatro los colores que hay adentro.
Él todo lo sabe
por presagio
por sueño venido y repetido.
Vaticinio de lunas cayendo en las almohadas
del niño atravesado por los peces.
4
Regreso al mar.
A la roca dura donde las olas rompen su corazón
contra la Niebla.
Le pregunto a la piedra si ha visto tu cuerpo
flotar en el agua.
La piedra señala mis ojos
presagio en que me afiebro.
Diez son las noches en que sacudes la sal.
La espuma blanca de tus líquidos yo bebo
y triso el agua.
Los peces que tú llevas adentro
conocen mis olores y el aire derramado
Diez son las noches
en que tú sudas la sal.
Yo soplo y aspiro el aliento en los espejos.