Victoria Herreros Schenke
Santiago 1988
Poeta chilena. Publicó el poemario Beatriz (2017). Ha aparecido en las antologías Usurpaestado (2016), Inframundo (2017), en las antologías dominicanas Muñecas y Faros de Esperanza (2017- 2018), la antología rumana Vertebral (2017) y la antología Poesía en Toma (2018). Participó en los festivales internacionales Grito de Mujer en Santo Domingo (2017) y Toluca (2018), y en el Primer Encuentro de Mujeres que Luchan (Chiapas). Ha sido organizadora de diferentes encuentros de Slam en Chile. Primer lugar en los Juegos Florales de Valparaíso (2016).
Beatriz
En esta casa,
todos los espejos están rotos,
desde que no estás,
nos reflejamos desfigurados y por partes,
tus bellas fotografías ocupan su lugar,
pero están malogradas, y descoloridas,
como un viejo recuerdo, con medio cuerpo en el olvido,
porque tu nombre no se pronuncia,
porque tu ausencia nos acompaña desde lejos,
pero implacablemente,
porque un pájaro gris vino una noche a buscarte,
y se desangró por los ojos,
porque le sostuviste la mirada,
hasta que, ciego se azotó contra todo lo que podía trizar.
En esta casa,
todas las ventanas están quebradas,
las dejamos así,
porque te esperamos con ansias,
pero tu recuerdo póstumo
se fractura pisando los cristales desperdigados,
porque el retorno es una mera ilusión,
en la que aún insistimos en creer,
nadie retorna, menos tú,
porque el pájaro gris
te vigila con ojos rojos desde lo eterno,
porque las tumbas son prisiones certeras y absolutas,
porque no cerraste los ojos ante lo inminente,
porque no te queda carne en los huesos,
y porque desde que no estás, tu nombre no se pronuncia,
tu nombre no se pronuncia, Beatriz.
Lumbre
En el medio de la habitación había una lámpara,
adentro de su estómago de vidrio templado
se combustionaba una camisa,
para ofrecernos la lumbre,
en la que habríamos de crecer para siempre,
la electricidad,
era un lujo reservado sólo para las ciudades,
nosotros nos conformábamos con eso,
y con unos cuantos candelabros,
cubiertos de velas consumidas.
Somos niños,
es invierno como de costumbre,
las sombras que se nos depositan alrededor de los ojos,
le dan un aspecto macabro a nuestro asombro infantil,
mi padre tiene cinco nombres,
el de mi madre es fatal,
deben ser claras advertencias de lo que avecina,
pero somos niños,
y ni siquiera conocemos las ampolletas,
no tenemos como imaginar lo que nos espera.
Mi hermana, la mayor,
se llama Magdalena,
y desde que nació, no ha parado de llorar,
mi hermano se electrocuta
y se le quema la ropa,
con los faroles que crecen desmesuradamente
en el barbecho de su patio,
mi hermana, la menor,
ya no está,
y quizás de alguna manera, nunca estuvo,
mientras que yo,
todas las noches, sin falta,
arrullo a los hijos que nunca tuvo,
antes de dormir, les cuento historias
sobre cómo era el mundo cuando ella estaba en él,
porque el que vino después,
no vale la pena.