Tras las rejas – Cristina Domenech

¿Ya has estado en la cárcel? Entonces tienes alguna posibilidad de ser poeta.
Bajo esa polémica premisa iniciamos este capítulo tras las rejas. Quién mejor para entusiasmarnos con el tintinear de las llaves que la argentina Cristina Domenech, quien ha pasado gran parte de su vida abriendo candados en prisiones de muchos países a través de talleres  de poesía y su poesía misma. No todo es puro verso, no sólo se crea desde el sufrimiento y no se puede pensar el dolor sin saber que en alguna parte existe la felicidad total. ¿Qué tipo de presidio representa un poema, si todo lugar puede ser un presidio? Con una esperanza sanadora, Cristina nos dice que la poesía es siempre “un mejor” y nunca “un peor” para vivir a toda costa.
Segura de que l@s conductores de Ruculistas terminaremos alguna vez en cana, Rosa Espinoza nos canta el Romance del prisionero del Romancero español quedando a la altura de Menéndez y Pelayo o de cualquier avecilla que se posa en la mazmorra de la ubicuidad libertaria.
En Poesía sinvergüenza recibimos un poema de versos localistas de Teresita Arnaiz que nos deja adundados con la pregunta de si valió la pena el sufrimiento del quiebre.
Después de defender con ingenuidad romántica que la experiencia carcelaria te mejora como poeta, en la Bitácora ruculista nos convencemos de que toda cárcel está hecha para que no salgas nunca más de ella y que el sistema punitivo  en el que vivimos crea una sociedad que tiende al encarcelamiento y al castigo. Acaso por eso analizamos los prontuarios de Dostoievski, Vallejo, Miguel Hernández, El Marqués de Sade, Reinaldo Arenas y Milena Jesenská, entre otr@s que pisaron el infierno de las celdas y alcanzaron la libertad en la poesía que no conoce otra reclusión que la del tiempo y el ruculismo.

Poesíasinvergüenza 

Se rompió

Apenas sostenido, llevaba ya algunos años queriendo.

Pasó harto de la vida, hasta que ¡pum! Ya no resultó más y se rompió.

Los pedazos alcanzaron para todos.

Estábamos llenos de pedazos rotos.

Si preguntan: ¿Valió la pena? Puta la wea, ¡claro que sí!

¿Cómo se te ocurre que podría ser de otra manera tanto sostener y sostener?

Por mucho que haya querido, no pudo.

Simplemente, no pudo.

Teresita Arnaiz – Chile

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