Sofía Rosa
Montevideo, 1986
Sofía Rosa es escritora, profesora de literatura y doctora en letras por la Pontificia Universidad Católica de Chile con su investigación Metáforas ambientales del Antropoceno: ficciones literarias del Cono Sur. Ha publicado poesía, narrativa y los avances de su investigación en diversos medios y formatos; recientemente lanzó su primer single “Condición transparente” junto al músico y compositor Michell Moreno. Forma parte del equipo editor de la plataforma de diálogo y co-pensamiento Humanidades Ambientales para América Latina.
Condición transparente
Ayer visité tu casa
te acomodé las cosas
te regué las plantas.
Me hice un té
de manzanilla
y rosa mosqueta
para el amor
para el cansancio
para las ganas de tenerte entera
o no tenerte.
Tendí tu cama de memoria
no quise prender la luz
la oscuridad así nos acerca.
Lo invoqué en tu nombre
en mi nombre.
Puse un cuarzo rosa en el medio
acerqué el Lazo de amor
los helechos
el kalanchoe
con sus cientos de hijos en los bordes
a punto de desprenderse de la madre
para enraizarse
como yo
como tu hija
como los hijos de tus hijos
multiplicados en miles de raíces.
Puse por último
la amatista de tu cuello.
Recé tu nombre en cada hoja
en cada tallo
en cada raíz y brote
madre planta reina
que con tus manos
nos has alimentado
nos has cuidado
que con tus ojos verdes
como la hierba
nos miraste y ocultaste
y tu ojo ciego
ahora ve lo que nunca pudo.
A vos te pido
madre planta tierra
que no nos desampares
que no nos dejes
solas en este mundo
que vivas multiplicada
en las raíces de tu nombre
y nos alejes del mal que nos acecha.
Toma estas piedras y vive en ellas
o en cada semilla que plante
porque solo así es posible
vivir en tu reino.
Déjanos caer en la tentación
de comerte y beberte
de respirar los vahos y perfumes
de tu carne multiplicada.
Entra en nosotros.
Ahó.
Caer: sampleo Haraway + Bombal
Los pinos y los anchos senderos, caer. Caer los anchos senderos. Entregarse en cuerpo, en todos nuestros tréboles. Borrar las respuestas potentes a acontecimientos devastadores. La casa se mueve de manera recíproca en un presente denso. Devastador. (Escuchar caer). La casa se mueve de manera densa. Nuestra palabra deriva de un dolor y una alegría, capaz de dar respuesta sobre la tierra en tiempos perturbadores. Capaz de suspirar el agua, de aquietar aguas turbulentas y reconstruir bienestar y melancolía. Tiempos confusos. Interminables noches de otoño en tiempos arrogantes. Escuchar caer. Tiempos turbios de los cedros azules. Escuchar caer. La tarea es generar problemas, suscitar, perturbar. Vivimos todos los seres y morimos de manera recíproca. Anegados de dolor y continuidad, pero también de lluvia fina. Confusas interminables noches de otoño. (Escuchar caer). Resurgimiento necesario. La tarea es abismarse hasta doblar los quitasoles, hasta generar parientes y llover sobre los bosques y sobre la alegría. Escuchar caer: la lluvia fina, obstinada, tranquila. Aprender a vivir: La tarea es volvernos verbo, conexión ingeniosa, como una práctica, como el murmullo de la lluvia. Escuchar caer sobre los techos, caer y amar esa sensación de caer. Caer en esa sensación de amar. Caer hasta ahogar el bemol de lata enmohecida.
La gata
La gata se levanta, se acuesta, se lame. Come, come. Se hunde en las frazadas de la cama. Portal al tiempo de la calma y la noche. Siempre es de noche debajo de las mantas con las que abrigo la historia. Me escondo también ahí, doblada bien doblada ante mi misma envuelta en las sábanas testigo de los días interminables. Evito la posición fetal. Imito a la gata. El nudo simple de mi cuerpa que se enreda con el recuerdo de rencores pasados, ahora embebido en la furia desconocida que me crispa los pelos. Como la gata. Como la zorra. Allí resido un rato. Respiro. Respiro. La cólera prospera dilatando los vasos sanguíneos. Trasporta por la cuerpa enrollada y fluida la rabia acumulada en el centro del estómago, en la corona, en las rodillas, en la tierra. La gata. La gata. Se mueve. Se enreda. Se estira. Vuelve a la espiral del tiempo nocturno. Me embargo de odio. Me aplico a la rememoración de los sentimientos subsidiarios. Colecciono. Recopilo. Incorporo al flujo sanguíneo las trampas, la negligencia, el abandono. Me hundo más en el hueco que va haciendo el peso de mi cuerpa en el colchón. No lloro. No. Me inflamaría la cara con lágrimas de fuego. Me quemaría aquí mismo con el ardor de mis manos, de mi sangre febril y rencorosa. Aprieto los dientes. Rechino. Ajusto las entrañas para la explosión. La gata. Sí. La gata también está furiosa. Saca sus uñas afiladas. Se infla. Su cola duplica su tamaño. Va a rasgar las sábanas del tiempo profundo. Sucumbiremos las dos al ardor de las vísceras. Maullará en la noche repetida el grito que vengo aguantando en los huesos. Será un alarido que rasgue los mantos de esta historia de la que por fin podré salir.