
Rosabetty Muñoz
Ancud 1960
Poeta chilena. Ha publicado Canto de una oveja del Rebaño (1981), En lugar de morir (1987), Hijos (1991), Baile de señoritas (1994), La Santa, historia de su elevación (1998), Sombras en el Rosselot (2002), Ratada (2005), En nombre de ninguna (2008), Polvo de huesos (2012), Chiloé, ovejas en la memoria (2016), Ligia (2019), Técnicas para cegar a los peces (2019), Misión Circular (2020), Santo oficio (2020), La Voz de la Casa (2021).
El primero fue
mi abuelo.
Hay una caravana de abuelos
enterrados en la pampa argentina
(sólo uno tiene en los bolsillos
la foto doblada de su hija
en vestido de Primera Comunión)
Las cruces se han borrado por efecto del viento.
Aunque partieron su amor en dos y se fueron
aunque las rebanadas se llenaron de moho,
ellos fueron los primeros.
En cada familia hay un hueco en la fotografía
una silla detrás de la puerta
los nudillos blancos de tanto apretar.
En el centro del país amado
hay un volantín.
Mientras habla
se abren cierran alas
de chonchonas
Los volantines eran lo más recordado
dice Ligia
volví en septiembre y los vi elevados.
Son los sueños de los chilenos
Pero ella olvida el hilo curado.
Se hace patria cortando los hilos
echando abajo los volantines de colores.
*
Hostilidad de las altas rejas
alambres de púas portones alarmas
veloces carreteras.
Se vuelve al país
y lo encuentras abierto a todo lo largo
un tajo palpitante.
Casas de espaldas a las plazas
de ancas enormes agazapadas
en patios escondidos.
Excesiva realidad de las calles.
Restituir a la isla su condición de madre.
Volver a sentir el calor de la madera crujiendo
aroma a cujen de grosellas,
el sonido de la tetera saltando sobre la plancha de fierro
el vapor que sale de su boca.
Tirar el cordón de la puerta,
ver a los mayores, cada uno en lo suyo
oír a los gatos corriendo sobre el techo de zinc,
mirar por la ventana hacia el rincón
donde florecen los pensamientos.
La infancia huele a mariscos y lámparas petroleras.
*
To restore the island to its status as a mother.
To once again feel the warmth of the creaking wood
to smell the aroma of gooseberry kuchen,
to hear the sound of the tea pot jumping on the iron burner,
steam pouring out of its spout.
To pull the cord holding the door shut,
to see the elders, each in their own world,
to hear the cats running over the zinc roof,
to look out the window toward the corner
where thoughts are taking bloom.
Childhood smells like shellfish and kerosene lamps.
Traducción al inglés
por Cynthia Steele