Esta semana Carlos Soto Román ha sido galardonado con el Nobel Alternativo por no dejar que la vida sea borrón y cuenta nueva. Su libro 11 es un golpe a la cátedra del olvido y una obra de arte de la memoria. En Poesíasinvergüenza, la académica Francisca Martorell invoca al guardián de la lluvia que nos salva de la melancolía y de carecer de paraguas. La Bitácora Ruculista no quiere olvidar el colonialismo ni al cura Gusinde que salvó la memoria de los fueguinos de la Patagonia. ¿Nos salvaremos del ruculismo?
Poesíasinvergüenza:
El guardián de la lluvia
El guardián de la lluvia susurró los secretos del viento,
hundió entre sus dedos de barro
el repercutir de lágrimas,
los vestigios de la sombra del tiempo.
El guardián de la lluvia conoce el lenguaje del norte,
murmura palabras de brisa
que rugen entre nubes de ceniza
y borran el sudor de la muerte.
El guardián de la lluvia habla una lengua que no es lenguaje,
mira lo que no es observable,
y es capaz de pronunciar lo impronunciable.
Comprende lo incomprensible,
canta melodías sin sonido,
no tiene inicio o fin
y hace revivir lo podrido.
El guardián de la lluvia es un ser olvidado,
sin compañía en su penumbra
vive la vida condenado;
El viento ruge a su alrededor,
pero no lo toca, las nubes le arrojan gotas que rebotan
y los truenos no son más que gritos sin boca.
El guardián de la lluvia es el guardián de la melancolía,
solo y con su sombra como única compañía
extraña un hogar que en sus sueños existió́.
Invisible en la sombra del invierno,
vela por la fragilidad de la lluvia;
se le hacen eternas sus guardias en las noches sin luna,
más aun en la soledad de esta condena de infierno.
Murmura un “no” en la penumbra,
se pierde en un silencio que apesadumbra
y se va, así́, cabizbajo,
a la espera de nuevas nubes que encumbran.
Así, en silencio.
Así, en la oscuridad lúgubre.
Así, sin un comienzo.
Francisca Martorell – Chile