Lina Atfah

Salamiya, Siria, 1989

Lina Atfah nació en Siria, en 1989. Estudió literatura árabe en Damasco. Desde 2014 vive en Alemania tras abandonar Siria por razones políticas. Fue acusada por el régimen sirio en 2006 de cometer blasfemia e insultar al Estado. Como consecuencia, fue amenazada en repetidas ocasiones por las autoridades de seguridad sirias y se le prohibió lecturas públicas y publicaciones en su país. En 2014 se le concedió permiso para salir.
En 2016 publicó su primer poemario en árabe “Al margen de la liberación”, que llegó a la larga lista del premio Shaikh Zaid para jóvenes escritores.
En 2017 comenzó a escribir para el proyecto “Weiter Schreiben”, en el que colaboró con Nino Haratischwili y otros escritores y traductores alemanes. Participó en diversas antologías,
En 2017 recibió el “Premio Hertha König” para jóvenes escritores en Alemania.
En el 2019 lanza su primer poemario en alemán (Das Buch von der fehlenden Ankunft; El libro de la llegada ausente).
Ha recibido diferentes residencias y becas como la residencia en casa de artistas en
Wiepersdorf en Brandenburgo, la residencia en el pueblo de artistas de Schoeppingen, la beca IKF para autores en la región del Ruhr, etc.
En 2022 su segundo libro de poesía en Alemania, “Shroud made of butterflies” (Sudario de mariposas), fue nominado para el premio de la Feria del Libro de Leipzig en la categoría de traducción y fue el primer libro traducido en recibir el premio de literatura de la Feria del Libro de Leipzig, Libro que fue traducido tras recibir el premio de literatura de la región del Ruhr 2023.

e.

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Artimaña [Kungstgriff]

Vivirás eternamente.
Sacarás el mundo de los ejes.
Reinventarás todas las maravillas
y todos los pecados.
Alistarás los deseos.
Tus manos dominan la guerra,
todas las espadas se rompen al impactar contra tu piel.
Es imposible que mueras.
Pero cuando el pánico se levanta
de la niebla como una sombra
y viene hacia tí con sus cuentos lúgubres,
te tiemblan hasta los huesos.
Todo pierde sentido,
se disuelve
en nubes de sal.
No te escondas.
Acércate al pánico,
súbete por él.
El pánico es la fuente
de la pesadumbre y el pánico
es la fuente del coraje.
Te enseña el camino
y te enseña:
Tal como la vida te da el vino,
también te rompe las jarras.

Amenaza [Drohung]

¿De dónde sacar, si no robando,
si aquí no crecen uvas?
En otros lugares, las casas anidan
a la sombra de murallas,
columnas de vides resplandecientes como piedras
en viñedos perfectos.
Siguiendo a sus soldados
estas ciudades marchan hacia la muerte.
¡Traigan vuestros minerales, forjados en coronas,
y tronos y espadas!
¡Traigan las humildes
cabezas que asienten!
Los tambores entonan la victoria
sobre ruinas de las que
se yergue la locura.
Como si fueran escaleras
los renegados trepan por ellas
y afilan los cuchillos.

Cierra los ojos, noche.
Escucha hacia abajo:
Vienen dedos arrastrándose desde las profundidades,
acercándose a los puñales
que duermen en las camas.
En el vino duerme el veneno,
en la tregua duerme
la próxima masacre.

Al final de la batalla
la espada gira
en la mano de los condenados.
Pero incluso cuando las oraciones sellan
la victoria del tirano,
los esclavos
no se rinden.

Retrato biométrico de una joven batalla
[Biometrisches Bild einer jungen Schlacht]

En el umbral los reyes sonríen
mientras intercambian intrigas.
Los soldados sacan las lanzas de los cadáveres
y vuelven a sacarles filo.
La guerra protege sus armas
a costa de carne humana.
¿Cuántos cuerpos traspasará esta lanza?
Apoya la espada contra el espejo.
Entre el cristal y la hoja se refleja
tu rostro hasta el infinito.
¿Quieres ver la batalla desde dentro
o arriba desde el balcón?

Dentro de la batalla, todo se precipita hacia ti.
Soldados sin rostro,
caballos, incluso los pájaros
que picotean los ojos de los muertos.
Una estampida hacia el infierno.
En el corazón de la batalla
no eres más que un corazón
palpitando.
En las venas arde el deseo de matar,
las líneas de batalla se entremezclan,
miembros que se contraen para sobrevivir,
armas que se les escapan de las manos.
Caes en el tumulto,
cascos que pisan,

ruedas de carro,
ves la muerte resplandecente
delante de tí.

La muerte embala
a la guerra, para que duerma.
Sus ojos cansados te miran,
rojos.

Desde el balcón
ves un ondear de orgullosas armaduras
como un líquido pálido
rebosando sobre rostros sudorosos
y rodillas empapadas,
en una carrera contra la desgracia.
Las flechas apuntan hacia tí
y rebotan,
una bruma cálida de sangre
se levanta de las filas dispersadas.
Allá abajo, los soldados no son más
sino hormigas que, en la batalla
comparten el mismo destino.
Ni los gritos
ni la mirada
te conmueven.
Los ojos cansados te miran,
rojos.


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