Francisco Jiménez Buendía
Bogotá 1970
Poeta, teólogo y abogado. Ha publicado dos poemarios: Jardín japonés (2016) y Estantes vacíos (2017) y un libro de espiritualidad
sobre Alberto Hurtado. Es parte del equipo organizador del Festival Internacional de Poesía de Santiago. Actualmente realiza el podcast Poetas Ruculistas e imparte talleres de poesía y crecimiento humano, donde hace dialogar literatura y espiritualidad.
Ruinas
La lluvia es un recuerdo que perturba.
Me carcome la duda si el sonido
que hacen estos caminos empapados
no es sino un eco mentiroso y huero
como el miembro amputado que se queja.
Quizá no es cierto que hay instantes libres
del tiempo, que la eternidad abraza
la duración y la prolonga. Todo
es pasado, menciones y vestigios
de lo que estuvo construido y hoy
son solo ruinas. El agua vuelve
a la nube y la agría.
Aún no me he ido
…el estar muerto es laborioso y tan lleno de recuperaciones
que sólo lentamente percibe uno algo de eternidad.
Rainer Maria Rilke
y lo que ha sangrado días y años
parece ahora un riachuelo de fuego
que abrazas amor porque regreso
y si la vida fue un árbol que se tala
alguien cura mis heridas
y me encamina
y apoyo mi muslo en el sillón
mis manos impresas en el tapiz
y recupero equilibro para un paso
que no siento dar
que se da
y sostengo apenas el tazón
con un resto de agua
y café y ruda y boldo
y la llave del baño sigue goteando
y lejanos ecos como de bandurrias
rozan las paredes y el rumor de mi presencia
ronronea como los gatos que criamos
y de repente soy capaz de ver
la ola de mar cristalino sobre las cosas
los limones el celular mis libros
inclinados impelidos
y sigue en su espacio ese espejo que nunca me gustó
que no quise sacar
que hablaba de ti
de nosotros
en silencio
con las raíces encendidas
y me parece ver a los niños
cuando eran niños
y me llamaban desde fuera
con las manos metidas en la tierra
y los arces de la calle dejan caer sus hélices
y creo que los amigos están aquí
y reímos
y las amigas nos lanzan
las moras maduras en el uniforme nuevo
y reñimos
y dejo de bregar
porque algo me impide ya el olvido
y contemplo los girasoles y el hibisco descuidado
lleno de hojas secas y flores vivas y muertas
y lo podo y palpito
y me ignoran los pétalos y los pistilos
y si esto son las pulsaciones del mundo
siento que desaparecen las camas y las cortinas
las calles y las capitales
los campos y sus colores
lento se alejan de mí
sin miedo
como rescoldos
y me habita una alegría magra
de plumas o de maqui
o de ramas diminutas