Enrique Winter
Santiago 1982
Autor de los poemarios Atar las naves, Rascacielos, Guía de despacho y Lengua de señas, de las novelas Las bolsas de basura y Sobre nosotros callaremos, y del álbum Agua en polvo, publicados en once países y cuatro idiomas. Traductor de libros de Dickinson, Chesterton, Larkin, Howe y Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros. Reside en Valparaíso.
Tenía buena letra y una cara lisa de piedra
medía diariamente sus ventanas
diciendo no son manchas las del plumaje son las plumas
negras y enteras blancas como las ropas que adoptaron
el difuso color a lluvia
de los dedos pulgares cal y polvo
de sed el agua pronto ahoga las mejillas
coloradas a la manera de
o de la apuesta perdida a los quince
la besaría sin tocar sus labios
cuesta no hacer trampa al principio
y hay un punto de fuga entre el rictus
de esta cara rugosa que mira el techo y la esquina
del mismo techo donde espléndida
la telaraña marca territorio
Sin caridad
ni aunque la entienda
como amor y transforme sus deseos
por lo que no posee al fin en cuidados por lo que sí
diera vuelta la lámina del álbum de un palmetazo
el naipe desde el borde el caballo por la torre
dos tres por mí y por todos estos juegos
artificiales
sin fe
sin esperanza busca a alguien
como sus héroes no tienen oficina
ni les falta el caballo que se los llevaría a casa
tras la penúltima salud del brindis
decía busco a alguien que amanse a este caballo
por galoparlo a pelo y no por darle hierba
alguien que en las vitrinas mire si aún lo siguen
sudado como el del bandido
de tanto huir se encontrará con quienes huyen
Bird Feet
Burning hot as the universe before it formed the galaxies
and compressed as that universe, a sleeping bag in its sack
at the bursting point
like someone painting the Andean highlands, facing into the sun
or deciding as he runs to look for his death elsewhere,
we play to deceive ourselves,
raising the veils of other brides as vapor lifts volcanoes;
this scarf is a yoke woven by an excess of affection and of minutes,
the steam that dawns in the hills.
And we cross through the damage, walking on lava
where the night is our tongue and our fingers,
everything that escapes from us:
sweat and tears, semen
on the thin, graceless legs
of flamingos at high altitude, pecking at debris,
bending their necks toward our backs,
scratching us the afternoon with new birds’ nails
like frozen lakes
appearing there where we ruffled the waters.