Eleonora Finkelstein

Mar del Plata 1960

Estudió Literatura y Teatro. Publicó Hamlet y otros poemas / Hamlet and other poems (1997), Las naves (2000), Delitos menores (2004 y 2016), Todo se transforma (2017), Grandes inventos (2018), Partes del juego (2018), Ne l’oublie pas: je mens (2019) y Tutto si trasforma (2020). Desde 1991 reside en Santiago de Chile, donde se desempeña como directora de RIL editores. Es cofundadora y directora de Ærea. Revista Hispanoamericana de Poesía.

El futuro es un viejo cadáver

I
Siempre al frente, todo lo que se pueda imaginar:
un mar mínimo, tus propios ojos,
un mar enorme, estas últimas hojas en blanco.
El bosque líquido en la superficie y las profundidades
con su perfecta industria montada allá adelante.
No te hundas. Respiremos.
No conviene esperar tanto,
puede que se haga tarde.
Demasiado futuro y al segundo intento
olvidamos nuestra verdadera cara,
nuestro verdadero cuerpo
aquello que deseamos y conseguimos
acá mismo, atrás, hace ya décadas.
Respiremos de nuevo.

II
Por mi parte, voy constante pero un poco perdida.
Ya sé que tomo riesgos inútiles:
ridículos, heroicos, vulgares.
Ninguno perfecto porque sigo aquí,
cuando debí haber muerto hace siglos
junto a mis antepasados.
Pero todavía me gusta hablar de ética, de los griegos,
del beat, de cocinar como mi abuela y de las hierbas frescas.
Lo cierto es que soy siempre la que anda en las cornisas,
¿me alcanzas a ver, a escuchar?
Me digo, adelante, hacia adelante,
y me aplico a la sola idea de que la intensidad
termina por alumbrar bien el camino.
Pero ya han pasado tantos años
desde aquel tiempo que llamábamos futuro.
Por entonces creíamos, y lo habríamos jurado,
que el mundo aún tenía arreglo.

III
Ahora, deseo la vida de un árbol o una fruta,
Crecer y envejecer, así, como una verdura.
O una cosa con menos voluntad de marcha.
Y no es que quiera morir, no. Respiremos.
Solo quiero dejarme estar, al menos por un tiempo.
Que me lleve el espacio en su barriga y que vaya adónde
quiera.
Estoy cansada de ser yo misma todo el tiempo.
De funcionar como una máquina.
Ya lo sé, no es Saturno. Es el mismo cielo trastornado.
No hay adelante, ni atrás:
estamos rodeados por un fuego sin metáforas.
Un gran fuego indiferente que también tiene sus planes.
El atardecer es de color barro claro y el sol
tiene ese rosado moribundo.
No es tan fácil apenas respirar, pero no te hundas ahora.
Los que llegamos hasta aquí estamos
cansados, pero reuniendo fuerzas.
No hace mucho, encontramos un par de razones modestas:
1) Futuro es el próximo segundo.
2) La verdad no es una suma de datos.
Respiremos.