“La crítica literaria debe ser apreciada como la obra literaria en sí misma”, decía Walter Benjamin. Basados en aquello y entendiendo todo mal, estrenamos este capítulo sin mucho sentido, pero con voluntad inocente. Felizmente, acude a nuestro rescate Catalina Mena, crítica de arte, crítica literaria, escritora por encargo y, sobre todo poeta para hablarnos sobre el oficio de mirar desde fuera la literatura y separar la grasa de la carne en el poema. Críticamente nos dice que a veces no hay seriedad en la crítica y se confunde, muchas veces, con el cahuín, el chisme o el publireportaje. En el Dato Rosa , Rosa Espinochoiski se devela como criticona literaria y defiende a los formalistas rusos con bandera roja casi como si fuese una agente de la KGB. En poesía sinvergüenza analizamos con látigos y hierros al rojo vivo el poema de Mauricio Reyes que felizmente te sale ileso. En la bitácora ruculista terminamos anotando los pasos técnicos y pasionales para hacer crítica literaria sin morir en el intento. No es tan malo ser criticado. Por lo menos da ánimo en las caminatas interminables para seguir pensando en todo lo que hicimos mal y, por chispazos, sonreír pensando en lo que hicimos bien. |
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Aquí voy de vuelta
de camino a la ciudad
con el alma muerta,
no quería la verdad.
Prefiero los paisajes de la libertad
la moral suelta
la emoción revuelta
y no sentirme a la mitad.
Lloré por la comida
estaba tan rica que me devolvió la vida
la sopita, el milcao y el curanto,
la alegría evaporaba y no sabes cuánto.
Toqué la tierra
me recosté sin que nadie me viera,
recogimos frutos del camino
y el mar me calmaba con sonidos.
Pero tuve que volver
sabiendo que mañana va a doler,
cómo la espina al sacar las moras
la vida es linda cuando la valoras.
Mauricio Reyes – Chile