Catherina Campillay
Viña del Mar, 1994
Poeta e investigadora en artes y literatura. Es autora de Presunta desgracia (2021) y la plaquette Mal de ojo (2019). Obtuvo una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño y ha sido becaria de la Fundación Neruda.
poemas de deshielo (inédito)
permafrost
descendiendo bajo las heridas de la raigambre
saliendo a través de la membrana del permafrost
entrando a través de los cabellos de la planta del hielo
– inger christensen
un niño siberiano volvió a su pueblo
con síntomas no vistos hace años
desde el hielo se asomaron pezuñas
recordándonos lo que ya sabíamos
hielos que no iban a derretirse
fluyen alejados
caminar allí toma semanas
tal vez no llegaríamos
sería mejor ahora
que fluyen y despiertan
después de más de cien años
quizás
más de mil
pequeños organismos
insisten en reproducirse
en cuerpos de ciervos
bajo un pelaje grueso y frío
alimentarlos con la mano
un gesto amoroso
que nos condene otra vez
la peste la gripe volverán
el hielo es culpable
algo nos cubrirá confiemos
en las luces plateadas que vimos
y nos dijeron
serán otros los que portarán enfermedades
serán nuevas y no lo serán
no sabíamos que dormían también
se quedaron quietas
dejamos correr el agua
los ciervos se desplazan en grupos
por eso son tan grandes sus cementerios
derretimiento
esta es la hora del plomo —
recordada, si se la sobrevive,
como los que se congelan rememoran la nieve—
primero — frío — luego estupor — luego el soltar
emily dickinson
antes asociábamos lo bueno
con sensaciones de calor
liquidez
fusión
decíamos que el derretimiento
era deseado algo que sobre las extremidades
relajaba los músculos
aguas que emergen entibiadas
por los volcanes un lugar de peregrinaje
donde podíamos llegar a mojar los pies
el derretimiento de la primavera
nieve que solo deja barro
ríos se encuentran desde hace siglos
se unen entre ellos se suman
familias de peces se mezclan
como algún día soñamos juntar las nuestras
y las acciones desagradables u odiosas
con el frío el congelamiento
la rigidez
escarcha hiere la cara
sangre deja de circular bien
mover los tobillos cuesta
mover las muñecas cuesta
incluso la humedad de los ojos puede enfriarse
los lugares terribles
ahí se escriben diarios
que terminan en tragedia excursiones
buscan pisar extensiones de hielo
no pisadas antes en diarios se escribe
sobre especies antes de su extinción
anotando sus comportamientos
dónde nadan dónde pescan
dónde tienen a sus hijos
también sobre la diferencia
entre el ruido y el silencio
cuando la nieve nueva cubre el piso
sin dejar ver las grietas donde se puede tropezar
el peligro es parte de lo rígido
porque se quiebra y expone
lo que por algo estaba tapado
eso fue antes de saber
lo que surge de las hendiduras
también nos teme
con miedo eligió el tiempo presente
para caminar con piernas quebradizas
antes asociábamos lo bueno a la tibieza
a lo desagradable los témpanos
ahora sabemos que son lo mismo
las tardes más lánguidas
ya no son amparo frente
a lo duro
lo sólido
muerte del mar
a partir de gabriela mistral
estaremos un tiempo mascando algas quemadas
o nuestras propias manos
veremos el mar recogerse
hasta desaparecer las dunas
como fantasmas la niebla la conoceremos
creímos que el horizonte estaba fijo
pero debimos saber mejor
el agua huirá como un animal asustado
no responderá cuando la llamemos
recuerdo de cuando
podíamos armar estas trenzas
en la costa cuando aún dejaba a los ahogados
a los pies de las casas
no habrá islas donde refugiarse para morir
ofreceremos todo por que vuelva
hijos e hijas
pero lo supimos antes
no veremos nuevas medusas
al menos no por décadas
cuando sea el momento de volver
a cuidar lo que quede sabremos ya
que el mar nunca fue nuestro
que escondidos del hielo
veremos que desaparece
y finalmente
devolverá el amor que le guardamos
inventaremos pescadores
con ojos fijos
para que en los golfos levantemos
altares contra el silencio que dejó
cuando se retiró como un mantel
dejando atrás las caracolas
que usamos de cenicero