Argania Inostroza

Santiago, 1993

Ha publicado los libros Dicho de Chile (Ed. Al aire libro: Tomé) en 2019 y Los drones previsibles (Ed. Dela Kostra: Santiago) en 2021. Su poemario Lidia aparece antologado en Anda libre en el surco (Eds. Universidad Católica del Norte: Coquimbo, 2009) como parte del Concurso Lagar, aquel mismo año.

Actualmente es tesista de Antropología en la Universidad Austral de Chile.

Antenas paradas u ojo al charqui

HAY ROPA TENDIDA EN CHILE

de lado a lado,

en la escoliosis nacional

y en el corsé que la constriñe:

ropa tendida, americana.

En el sistema nervioso, 

interconectado y central;

en las líneas de alta tensión,

a tajo abierto,

bajo tierra y sobre ella,

como en la depresión intermedia

donde habitamos,

día a día, puerta a puerto,

y de arriba para abajo de la cintura imposible:

Sutura carne, dolido miedo,

los trapitos al sol se deslavan en casa ajena.

Las papas en los calcetines

son las que queman,

(no se dan por aludidos).

Ríe cuando todos estén

en la casa de la risa,

mientras afuera planean

la nueva pacificación

del océano pacífico.

En Chile,

¡cuidado!,

harían bien en sincerarse las fronteras,

hay campos minados en derredor

y mucha ropa tendida,

disfrazada de palmeras.

[En: Dicho de Chile.

Editorial Al Aire libro. Tomé, 2019]

Sed eterna marabunta

PARA QUE PUDIERAN

            remover la savia bruta

            desde el fondo marino

(apenas restinga / tinte entristecido)

y esparcir en ella bentónicos lípidos,

con tal que la mar

no muriera tan del todo,

                          todavía.

Para repartir

toda la droga del mundo

en forma de asueto

y repactación de deudas;

para que, muy seguros de nada,

se nos devalúe la vida

intentando mantenerla,

ya ni siquiera perpetuarla.

O para hacer llover,

ahora que aquí no llueve nunca,

y que un dígito errado

desate el aluvión:

dos pesos de agua milenaristas

y se desploma el bitcoin

por extinción de las abejas.

Para que Alí Babá sea Express

y los cuarenta drones, ¡alabados sean!,

por común contubernio concertado

en la carroña chorreante del comercio,

fue necesario querer verlo todo;

saberlo todo, invertebrarlo todo,

arrancar las columnas al cielo

y como Saturno, a su hijo, devorarlo.

[En: Los drones previsibles.

Editorial Al Aire Libro. Santiago, 2021]

Casa 8

LOS QUE FIRMAN LOS INFORMES TÉCNICOS PARA LA DEVASTACIÓN;

los que afirman bajo dudoso marco las ventajas sociales de la salmonicultura,

los que reafirman en los pontones su ruina,

los que hablan de inyectar recursos, igual que como a si, toxina botulínica,

los que jalan líneas bases sobre el celular,

para el próximo congreso,

                        que ya se viene,

                                   no se vaya,                   ¡espérenos,

a la vuelta de comerciales!

los que sólo gestionan, los

acostumbrados, aunque pierdan, a ganar,

cual facinerosos avales endogámicos.

Los que cenan con notarios

y capitalizan hasta lo que no hay,

los que nada les sorprende

y son buenos muleando,

adictos al bluf sibarita y la pachorra impune;

los que no son libres

ni de forma     ni de fondo     ni de mercado,

pero saben rentabilizar la demanda de lo posible,

ser intermediarios, codearse con el poder,

y que es en el cafecito, detrás de cámaras,

cuando se corta el queque,

y decide

cuál hebra es del hilo la más delgada,

para luego, ¡zuácate!

Los que te soban el hombro con una sonrisa en la cara,

como fogueándote, y después sin drama te hunden

la daga por la espalda; los de anchísimo

espectro ético, voraces maniquíes

maquineros, los que conocen el teje y maneje

y son expertos encontrando vacíos

legales, los altos burócratas del engranaje sutil,

los que se jactan a escondidas que el mundo es de los víos,

los que excusan su miseria en necesidades creadas,

los caretas que saben caer bien,

los que hacen de las buenas caídas lo suyo

y son duchos avatares en activar,

cierto control de daños consabido,

obscena narrativa sin objeto.

Los del puestito por aquí, puestito por allá,

los que visan las matrices de impacto,

cual tristes sicarios del oficio,

y asimismo;         los hábiles atletas de la verborrea decolonial,

los que sentipiensan como padre Gatica,

los que actúan como los que dicen odiar,

los que citan a Rita Segato y Paulo Freire,

hablan de nuestros y nuestras,

tutelarmente,

como en potestad o custodia de alguien

y luego bien te desconocen;

los que mariterritorializan hasta la intercacha de la post espada

y se les cae solos la ficha,

cuando muestran sin tapujos la hilacha:

los sanguchitos de si,

      los que saben decir avocado en vez de palta

y llaman rústicas a las papas con piel

    que encierran desraizadas en la boca:

consumidores de paisaje y algo más.

Los paltones de la deconstrucción,

parientes no tan lejanos de

los patrones de la construcción,

los hijos de la transición entre

los hijastros de la transacción,

con les nietites buena onda-fuma pito,

        vacila el rave, bro,

     ¿o necesitai una pila?

los que viven en Altos de…;

los que viven en Lomas de Altos de…,

los que viven en Lomas de Lo alto de Equis de…,

los que hacen del éxito su no tan nueva religión

y se compraron el pack completo,

gestualidades de nuevos Ingalls incluidas.

Los que triunfaron, en definitiva,

en la gran horma de la reproducción,

con grato ambiente familiar:

todos ellos

vacacionan ahí mismo.

Todos ellos

tienen una linda parcela de agrado

a los lacustres pies de Trobriand ahora.

[En: Trobriand.

Inédito, 2022]